domingo, 14 de noviembre de 2010


"El Paraiso en la Otra Esquina" de Mario Vargas Llosa

18 de abril de 2006
Por Silvio Rendón
GranComboClub

Tuve la oportunidad de asistir a la presentación de este libro en Madrid, en Casa de América en compañía de un grupo de amigos y familiares peruanos y españoles. En esta presentación Juan Luis Gallardo y Natalia Berbeke leyeron fragmentos de este libro. Esto fue el 2 de abril de 2003, en plena conmoción por la intervención americana en Irak. Fue una grata interrupción.

No fue sino hasta hace poco que acabé mi lectura de este libro. Una lectura amena, entretenida, un verdadero placer. Una original mezcla de dos idealistas en busca de la libertad como Flora Tristán, buscándola en el mundo real y Paul Gaugin en el mundo del lienzo.

Sobre esta obra de mi doble compatriota se ha dicho mucho y se lo ha dicho tan bien, que me queda poco por analizar. Al estar muy fuera de mi terreno usual, cual es el de las ciencias económicas, comentaré algunas breves meditaciones que la lectura de esta obra despertó en mí. A Vargas Llosa lo llevo conociendo desde hace un rato, a través de su obra literaria (que me tocó leer desde la escuela), de su participación en la escena política peruana, española e internacional, de sus ensayos y comentarios en los medios españoles como peruanos. Es más, siento que esta persona con su evolución me ha acompañado, a mí y a muchos de mis coetáneos, mi propia evolución.

Mi primera reacción al leer esta obra fue: ¡qué bien! un libro de Vargas Llosa que no es autobiográfico. Acostumbrado a leer obras autobiográficas noveladas, me interesó profundamente la búsqueda de trascendencia a través de estos dos prominentes personajes de la pintura y del cambio social. En realidad, al avanzar en mi lectura me di cuenta que esta primera idea no correspondía a lo que estaba leyendo.

Pensándolo bien, sí que estoy leyendo algo autobiográfico. Estamos ante dos personajes que en realidad son el mismo. Estamos ante un mismo personaje que vive una dualidad entre su yo artista y su yo político. Hemos leído “El pez en el agua” y “Conversación en la Catedral” y nos hemos familiarizado con el yo político de Vargas Llosa. El yo literario lo conocemos no tanto por la ficción, sino por sus multiples artículos sobre “la verdad de las mentiras”. Una mezcla propia empacada en dos personajes narrados en tiempos superpuestos.

Otra dualidad que alberga este personaje reside en el plano del disfrute de la vida. Un personaje que tiene una parte libre, orgiástica, dionisiaca, desmadrada, despelotada. Otro personaje que vive en la amargura sexual, oprimida por el oscurantismo. Este tema se repite algo en la obra vargasllosiana de los últimos tiempos. El desmadre de los personajes de “El Elogio de la Madrastra” y “Los Cuadernos de Rigoberto” contrasta con la visión amargada y traumada que presenta de Arguedas en “La utopía arcaica”.

Una vez más, estos dos extremos parecen capturan a una misma existencia. Incluso tenemos conceptos repetidos a través de varias obras: más desmadrada es la gente sometida a una estricta religiosidad católica conservadora. La rebelión es una explosión de negación.

Finalmente, una dimensión presente en el libro es la dualidad entre lo peruano y lo cosmopolita. El peruano surgido de un contexto de estrechos horizontes, de rencillas irresolubles y reglas irracionales vaga convertido en un errante transplantado a un mundo variopinto, amplio, plural. Flora Tristán pasa de ser una persona limitada en su mundo local a desarrollar un yo universal y transformador. Gaugin, dos generaciones después, hace el viaje en sentido contrario: niega la centralidad europea, desacreditada como decadente, y va en busca de un estado natural y libre.

En fin, igual hay muchas más dualidades que nos va dejando el autor. Lo acabo aquí.

No es la primera vez que Vargas Llosa nos empaqueta una cosa en forma de otra. “La Fiesta del Chivo” es un libro sobre la dictadura de Trujillo en República Dominicana, pero escrito con diversas alusiones y en plena época de Fujimori. Los peruanos que leemos este libro lo reconocemos inmediatamente. Siempre en un estilo narrativo de tiempos traslapados, pero con una coherencia propia en el relato, veo su meta-obra como una narración superpuesta no dentro de una obra particular sino en la obra íntegra del escritor, literaria y política, con encuentros narrativos y mezclas de personajes y personas, tiempos, eventos, al estilo del Pedro Camacho de “La Tía Julia y el Escribidor”. El único tema es que el propio autor queda confundido con y entre sus propios personajes y es él mismo que asoma más de una vez, como esos escultores o pintores que retratan su propio rostro entre las barbas de su escultura o en algún reflejo de algún objeto. ¡Ampay Mario!

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