Tras los pasos del Nobel de Literatura. Las tres ciudades que marcaron su vida.
El escritor nació en la Ciudad Blanca , pero su talento germinó entre su viaje a Bolivia y su retornó al Perú. Aquí un repaso de esos primeros años.
Por Juan Carlos Soto (Arequipa) y Pedro Castro (Piura).
La República
10 de octubre de 2010
“Siempre me sentí muy arequipeño y creo que las bromas que se dicen por ahí –que somos arrogantes, antipáticos y hasta locos– se deben a que nos tienen envidia”. De esta forma, Mario Vargas Llosa (MVLl) reafirma su identificación con la ciudad que lo vio nacer hace 74 años, aunque los recuerdos de esa residencia mistiana hoy sean casi nulos. Tenía menos de un año cuando su familia materna partió a Cochabamba (Bolivia).
Hasta los 10 años, este niño caprichoso y dientón se crió con los tíos y abuelos maternos; luego irrumpiría su padre Ernesto Vargas Maldonado y lo arrancaría de cuajo de ese mundo lleno de mimos y engreimientos.
Los Llosa son originarios de Arequipa, la patria chica sacudida por terremotos, revoluciones y pretensiones de independencia. En los almuerzos dominicales, aquellas situaciones eran temas obligados de conversación. Así aprendió Mario a querer esta ciudad y así también adquirió el carácter volcánico.
MVLl, en su libro de memorias, desgrana una serie de situaciones familiares que llevaron a que su nacimiento ocurra en la Ciudad Blanca. Sus padres Ernesto Vargas y Dora Llosa Ureta vivían en Lima, pero las relaciones del joven matrimonio comenzaron a fracturarse rápidamente. Los endemoniados celos y el mal carácter de él fueron la causa. Entonces, con cinco meses de embarazo, Dora retornó con sus padres a sugerencia de Ernesto, a quien habían destacado a La Paz (Bolivia). No se supo de él hasta diez años después.
Mario creció con la idea de que su padre había muerto. Todas las noches, antes de irse a dormir, besaba la fotografía de un señor uniformado, a quien no conocía pero estimaba. Por eso su vida dio un gran vuelco cuando ya en Piura su madre lo cogió del brazo y le dijo “hoy conocerás a tu padre”.
Los primeros instantes
Según su partida de nacimiento asentada en la Municipalidad de Arequipa, el escritor vino al mundo la madrugada del domingo 28 de marzo de 1936. Sus chillidos estallaron en el segundo piso del 101 de la avenida Parra, antes conocido como Boulevard Parra.
Miss Pitcher, probablemente la única partera de la ciudad, ayudó en el alumbramiento. Minutos después esta misma inglesa atendería el nacimiento de Carlos Meneses, el actual director del diario El Pueblo de esta ciudad, quien ahora hincha el pecho por haber sentido las mismas manos que arrancaron al Nobel del vientre materno.
La casa donde nació MVLl pertenece a la familia Vinelli. Don Pedro Llosa Bustamante, abuelo de Mario, alquiló la segunda planta por sesenta soles. Mantiene las mismas características de los años 30: arquitectura neocolonial, paredes pintadas de rosado, jardín a la calle protegido por rejas negras.
Los herederos de los Vinelli, meses atrás, colgaron un letrero anunciando su venta. La avenida Parra ya no es un buen lugar para vivir. Se sitúa en uno de los bordes del centro histórico, donde predomina el caos vehicular, la delincuencia y el desorden comercial.
Curiosamente, hoy las autoridades mistianas quieren hacer del lugar un museo.
En esta casa, el pre y posnatal de Dora Llosa fue infernal. Su condición de madre soltera estimulaba las habladurías de un vecindario conservador. La hija de don Pedro vivía en la clandestinidad, no podía salir ni a misa. Al escritor nadie le quita de la cabeza que esa hostilidad social obligó al clan a emigrar a Cochabamba.
Diez años en Bolivia
El abuelo Pedro firmó un contrato para introducir el cultivo de algodón en una hacienda de Santa Cruz de la Sierra. El trabajo se extendió por diez años y de esa niñez en el corazón de Sudamérica Mario recuerda todo, como la casa de la calle Ladislao Cabrera, una mansión inmensa ubicada a pocas cuadras de la plaza principal.
Hoy, de esa vivienda de la infancia de Varguitas, donde hacía diabluras con sus primas, quedan algunos vestigios. Quizá el zaguán que devolvía su voz chillona en eco. Una parte la habita la familia Tapia Marzana, cuyos miembros también están orgullosos de su ex inquilino. Jorge Tapia Marzana muestra a quien quiera verlo un ejemplar de Los cuadernos de Don Rigoberto autografiado y con una dedicatoria para su madre: “A Carmen Marzana, Viuda de Tapia, con mucha nostalgia de la casa de Ladislao Cabrera, donde fui un niño feliz”.
Vargas Llosa se refiere con entusiasmo a esa residencia, además al cariño que le prodigaban abuelos y tíos. Allí aprendió a leer y tuvo el primer contacto con el fuego literario. Tenía cinco años y devoraba historias de Sandokan, del lejano oeste, etc., las revistas Peneca y Billiken. Su imaginación comenzaba a excitarse. Una historieta con final impensado era lo mejor, pues él replanteaba la trama a su gusto. Asomaba también el fabulador.
Papa Noel aún no había reemplazado al Niño Dios. MVLl le escribía en la víspera de Navidad pidiéndole regalos. Recuerda una mañana de un 25 de diciembre y una escena inolvidable: varios libros alrededor de su cama.
No olvida las fiestas de carnaval, las jugosas salteñas bolivianas y por supuesto los amigos. Hay uno en particular, Mario Zapata, un compañero de carpeta, con quien se carteaba cuando regresó al Perú. “No sabes cuánto extraño Cochabamba y te digo que allá se vivía más feliz que acá”, dice en una de las misivas escritas desde Lima. Ya su padre lo había llevado de Piura y lo matriculó en La Salle.
Consagrado mundialmente, Mario regresó a Cochabamba a presentar uno de sus libros. “Aprovechó el viaje para volver tras sus pasos. Ingresó a la casa y comenzó a recorrerla”, dice Jorge Tapia Marzana. “Y recordaba las cosas que desaparecieron con el tiempo. Acá había un árbol, acá un patio”.
Del sur al norte
José Luis Bustamante y Rivero gana la presidencia de la República en 1945. Don Pedro Llosa, familiar del mandatario, es entonces designado prefecto de Piura. Era hora de empacar y volver al Perú. Después de un viaje agotador y con algunas bajas –sus primas se quedaron en Lima– la familia llegó al horno norteño. “Haber llegado al Perú me provocaba una gran exaltación, pero también fue traumático. En el colegio se burlaban de mí porque hablaba como serrano”, recuerda MVLl sobre sus compañeros del Salesiano de Piura.
Y si en Cochabamba se le introdujo la semilla, la vocación por la literatura prendió en esos soleados desiertos. La alentaban el abuelo y los tíos. En Arequipa, en los Llosa, el referente literario más fresco era el padre de don Pedro, Belisario Llosa, cuya novela, Sor Ana, obtuvo mención honrosa en un concurso nacional.
Vargas Llosa tiene recuerdos muy vivos de la ciudad norteña: los algarrobos, la desaparecida mangachería, el barrio bravío a donde la policía no podía ingresar, el puente viejo que conducía a la Casa Verde, el prostíbulo, etc.
Con su padre a Lima
Conocer a su padre en esas circunstancias le provocó una gran decepción. El señor de la fotografía que besaba todas las noches antes de dormir no se parecía en nada a este de carne y hueso, calvo y con una mirada severa.
Su padre también experimentó un sentimiento parecido, tampoco quería un hijo con pretensiones de poeta y torero.
Ernesto lanzaba diatribas contra los Llosa por haber criado a Mario con tendencia a la mariconería. Por eso se lo llevó a Lima a la mala y luego del segundo año de secundaria lo matriculó en el colegio militar, para que se haga hombre.
Quién lo hubiera pensado: la experiencia castrense ayudó al escritor a fraguar su vocación, pues sin quererlo, a la sombra de ese padre severo, se forjó el artista. Más tarde regresó a Piura a culminar la secundaria en el colegio San Miguel. José Estrada fue uno de sus profesores. Él lo apoyó de manera resuelta en la vocación que manifestaba. Estrada ayudó a la escenificación de La huida del Inca, su primera obra de teatro. En el colegio Mario destacaba en literatura, pero no en educación física.
Lugares inolvidables
Piura le proveyó, entonces, materia prima para los primeros libros. Así fue becado a Francia gracias al Desafío, un cuento inspirado en las broncas que se armaban en el cauce seco del río de Piura. Así también pudo escribir La casa verde, su segunda novela, basada en un prostíbulo instalado en medio del desierto, y la policial ¿Quién mató a Palomino Molero?
Y es que Arequipa, Piura y Cochabamba marcaron a este niño genio que hoy es Premio Nobel de Literatura y orgullo del Perú.
El escritor nació en la Ciudad Blanca , pero su talento germinó entre su viaje a Bolivia y su retornó al Perú. Aquí un repaso de esos primeros años.
Por Juan Carlos Soto (Arequipa) y Pedro Castro (Piura).
La República
10 de octubre de 2010
“Siempre me sentí muy arequipeño y creo que las bromas que se dicen por ahí –que somos arrogantes, antipáticos y hasta locos– se deben a que nos tienen envidia”. De esta forma, Mario Vargas Llosa (MVLl) reafirma su identificación con la ciudad que lo vio nacer hace 74 años, aunque los recuerdos de esa residencia mistiana hoy sean casi nulos. Tenía menos de un año cuando su familia materna partió a Cochabamba (Bolivia).
Hasta los 10 años, este niño caprichoso y dientón se crió con los tíos y abuelos maternos; luego irrumpiría su padre Ernesto Vargas Maldonado y lo arrancaría de cuajo de ese mundo lleno de mimos y engreimientos.
Los Llosa son originarios de Arequipa, la patria chica sacudida por terremotos, revoluciones y pretensiones de independencia. En los almuerzos dominicales, aquellas situaciones eran temas obligados de conversación. Así aprendió Mario a querer esta ciudad y así también adquirió el carácter volcánico.
MVLl, en su libro de memorias, desgrana una serie de situaciones familiares que llevaron a que su nacimiento ocurra en la Ciudad Blanca. Sus padres Ernesto Vargas y Dora Llosa Ureta vivían en Lima, pero las relaciones del joven matrimonio comenzaron a fracturarse rápidamente. Los endemoniados celos y el mal carácter de él fueron la causa. Entonces, con cinco meses de embarazo, Dora retornó con sus padres a sugerencia de Ernesto, a quien habían destacado a La Paz (Bolivia). No se supo de él hasta diez años después.
Mario creció con la idea de que su padre había muerto. Todas las noches, antes de irse a dormir, besaba la fotografía de un señor uniformado, a quien no conocía pero estimaba. Por eso su vida dio un gran vuelco cuando ya en Piura su madre lo cogió del brazo y le dijo “hoy conocerás a tu padre”.
Los primeros instantes
Según su partida de nacimiento asentada en la Municipalidad de Arequipa, el escritor vino al mundo la madrugada del domingo 28 de marzo de 1936. Sus chillidos estallaron en el segundo piso del 101 de la avenida Parra, antes conocido como Boulevard Parra.
Miss Pitcher, probablemente la única partera de la ciudad, ayudó en el alumbramiento. Minutos después esta misma inglesa atendería el nacimiento de Carlos Meneses, el actual director del diario El Pueblo de esta ciudad, quien ahora hincha el pecho por haber sentido las mismas manos que arrancaron al Nobel del vientre materno.
La casa donde nació MVLl pertenece a la familia Vinelli. Don Pedro Llosa Bustamante, abuelo de Mario, alquiló la segunda planta por sesenta soles. Mantiene las mismas características de los años 30: arquitectura neocolonial, paredes pintadas de rosado, jardín a la calle protegido por rejas negras.
Los herederos de los Vinelli, meses atrás, colgaron un letrero anunciando su venta. La avenida Parra ya no es un buen lugar para vivir. Se sitúa en uno de los bordes del centro histórico, donde predomina el caos vehicular, la delincuencia y el desorden comercial.
Curiosamente, hoy las autoridades mistianas quieren hacer del lugar un museo.
En esta casa, el pre y posnatal de Dora Llosa fue infernal. Su condición de madre soltera estimulaba las habladurías de un vecindario conservador. La hija de don Pedro vivía en la clandestinidad, no podía salir ni a misa. Al escritor nadie le quita de la cabeza que esa hostilidad social obligó al clan a emigrar a Cochabamba.
Diez años en Bolivia
El abuelo Pedro firmó un contrato para introducir el cultivo de algodón en una hacienda de Santa Cruz de la Sierra. El trabajo se extendió por diez años y de esa niñez en el corazón de Sudamérica Mario recuerda todo, como la casa de la calle Ladislao Cabrera, una mansión inmensa ubicada a pocas cuadras de la plaza principal.
Hoy, de esa vivienda de la infancia de Varguitas, donde hacía diabluras con sus primas, quedan algunos vestigios. Quizá el zaguán que devolvía su voz chillona en eco. Una parte la habita la familia Tapia Marzana, cuyos miembros también están orgullosos de su ex inquilino. Jorge Tapia Marzana muestra a quien quiera verlo un ejemplar de Los cuadernos de Don Rigoberto autografiado y con una dedicatoria para su madre: “A Carmen Marzana, Viuda de Tapia, con mucha nostalgia de la casa de Ladislao Cabrera, donde fui un niño feliz”.
Vargas Llosa se refiere con entusiasmo a esa residencia, además al cariño que le prodigaban abuelos y tíos. Allí aprendió a leer y tuvo el primer contacto con el fuego literario. Tenía cinco años y devoraba historias de Sandokan, del lejano oeste, etc., las revistas Peneca y Billiken. Su imaginación comenzaba a excitarse. Una historieta con final impensado era lo mejor, pues él replanteaba la trama a su gusto. Asomaba también el fabulador.
Papa Noel aún no había reemplazado al Niño Dios. MVLl le escribía en la víspera de Navidad pidiéndole regalos. Recuerda una mañana de un 25 de diciembre y una escena inolvidable: varios libros alrededor de su cama.
No olvida las fiestas de carnaval, las jugosas salteñas bolivianas y por supuesto los amigos. Hay uno en particular, Mario Zapata, un compañero de carpeta, con quien se carteaba cuando regresó al Perú. “No sabes cuánto extraño Cochabamba y te digo que allá se vivía más feliz que acá”, dice en una de las misivas escritas desde Lima. Ya su padre lo había llevado de Piura y lo matriculó en La Salle.
Consagrado mundialmente, Mario regresó a Cochabamba a presentar uno de sus libros. “Aprovechó el viaje para volver tras sus pasos. Ingresó a la casa y comenzó a recorrerla”, dice Jorge Tapia Marzana. “Y recordaba las cosas que desaparecieron con el tiempo. Acá había un árbol, acá un patio”.
Del sur al norte
José Luis Bustamante y Rivero gana la presidencia de la República en 1945. Don Pedro Llosa, familiar del mandatario, es entonces designado prefecto de Piura. Era hora de empacar y volver al Perú. Después de un viaje agotador y con algunas bajas –sus primas se quedaron en Lima– la familia llegó al horno norteño. “Haber llegado al Perú me provocaba una gran exaltación, pero también fue traumático. En el colegio se burlaban de mí porque hablaba como serrano”, recuerda MVLl sobre sus compañeros del Salesiano de Piura.
Y si en Cochabamba se le introdujo la semilla, la vocación por la literatura prendió en esos soleados desiertos. La alentaban el abuelo y los tíos. En Arequipa, en los Llosa, el referente literario más fresco era el padre de don Pedro, Belisario Llosa, cuya novela, Sor Ana, obtuvo mención honrosa en un concurso nacional.
Vargas Llosa tiene recuerdos muy vivos de la ciudad norteña: los algarrobos, la desaparecida mangachería, el barrio bravío a donde la policía no podía ingresar, el puente viejo que conducía a la Casa Verde, el prostíbulo, etc.
Con su padre a Lima
Conocer a su padre en esas circunstancias le provocó una gran decepción. El señor de la fotografía que besaba todas las noches antes de dormir no se parecía en nada a este de carne y hueso, calvo y con una mirada severa.
Su padre también experimentó un sentimiento parecido, tampoco quería un hijo con pretensiones de poeta y torero.
Ernesto lanzaba diatribas contra los Llosa por haber criado a Mario con tendencia a la mariconería. Por eso se lo llevó a Lima a la mala y luego del segundo año de secundaria lo matriculó en el colegio militar, para que se haga hombre.
Quién lo hubiera pensado: la experiencia castrense ayudó al escritor a fraguar su vocación, pues sin quererlo, a la sombra de ese padre severo, se forjó el artista. Más tarde regresó a Piura a culminar la secundaria en el colegio San Miguel. José Estrada fue uno de sus profesores. Él lo apoyó de manera resuelta en la vocación que manifestaba. Estrada ayudó a la escenificación de La huida del Inca, su primera obra de teatro. En el colegio Mario destacaba en literatura, pero no en educación física.
Lugares inolvidables
Piura le proveyó, entonces, materia prima para los primeros libros. Así fue becado a Francia gracias al Desafío, un cuento inspirado en las broncas que se armaban en el cauce seco del río de Piura. Así también pudo escribir La casa verde, su segunda novela, basada en un prostíbulo instalado en medio del desierto, y la policial ¿Quién mató a Palomino Molero?
Y es que Arequipa, Piura y Cochabamba marcaron a este niño genio que hoy es Premio Nobel de Literatura y orgullo del Perú.
La clave
PROPUESTA. Las autoridades de Arequipa lanzaron la propuesta de convertir la casa de Mario Vargas Llosa en un museo. Incluso el escritor fue consultado sobre la posibilidad y habría aceptado. Sin embargo, existe el temor de que la vivienda, ahora en manos de una inmobiliaria, sea demolida. Ahí el escritor nació y pasó su primer año de vida, con su madre.
Antecedentes
1936 EL INICIO. Nace Mario Vargas Llosa en una casa ubicada en el llamado Boulevard Parra, en Arequipa, donde vivió con su madre y abuelos maternos.
1937A BOLIVIA. La familia Llosa, encabezada por el patriarca Pedro Llosa Bustamante, parte a Cochabamba. En esa ciudad boliviana Mario vive nueve años.
1946 EL REGRESO. Eligen a José Luis Bustamante y Rivero presidente. El abuelo de Mario es designado prefecto de Piura y la familia regresa al Perú.
1947 hacia lima. Su padre se presenta en Piura y se lleva a Mario a Lima. Ingresa al colegio militar Leoncio Prado.
1951 EL RETORNO. Deja el colegio militar y vuelve a Piura para acabar la secundaria en el colegio San Miguel. Allá trabaja como reportero del diario La Industria y presenta su primera obra de teatro.
MVLl pide a la Unesco retirar premio Obiang
Un grupo de escritores y miembros de la comunidad literaria latinoamericana, entre los que destaca el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, envió una carta a la Unesco para pedir que se retire el premio de Investigación que lleva el nombre del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang.
La razón: el presidente Teodoro Obiang es uno de los dictadores más represivos del mundo, según el escrito difundido por el embajador de México ante esa agencia de la ONU, Homero Aridjis.
“Nos alarma el mensaje que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) está mandando, al apoyar un premio que lleva el nombre de uno de los dictadores más represivos del mundo actual”, señala la carta.
La misiva, dirigida a los miembros del Consejo Ejecutivo de la Unesco y a la directora general de la organización, Irina Bokova, destaca que la misión de la agencia de “salvaguardar el libre flujo de ideas y de promover el acceso a la información será socavada si honra a un hombre cuyo gobierno manifiesta un desdén absoluto hacia estos conceptos”.
La invocación se produce a raíz de la apertura de la 185 sesión del Consejo Ejecutivo de la Unesco y se suma a la condena que ya hicieron una treintena de organizaciones de defensa de los derechos humanos.
En tanto en Lima, el arquitecto Miguel Cruchaga, una de las personas más cercanas a MVLl, dijo que el ganador del Nobel de Literatura no está dispuesto a intentar nuevamente incursionar en la política “ya que tiene claro que su rol no está en ese campo. Su participación fue útil para el país, la vez anterior, porque logró crear una corriente, pero era otro tiempo”.
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