martes, 26 de octubre de 2010


Un atleta de la narrativa

El Nobel y su férrea disciplina de escritor. Tres episodios del Nobel que lo retratan como un profesional de la escritura.


La República
Hugo Neira
10 de octubre de 2010


La noticia del Nobel de literatura, me ha dado una inmensa alegría. Alegría por Mario, por su obra, por el Perú, por la literatura escrita en el castellano de América. ¿Me preguntan qué pienso, sabiendo que soy su amigo? Pues miren ustedes, el Nobel es una recompensa difícil, muy difícil, sobre todo si se toma en cuenta que ya se le ha dado, al castellano, en García Márquez. Se olvidan en Lima que la recibe en 1990 el mexicano Octavio Paz, otro grande de América Latina, por poeta y por ensayista. El Nobel no atiende a una sino a las literaturas. Por eso me alegra enormemente que la reciba Vargas Llosa. Ya lo he dicho desde años atrás, hace rato que la merece. Es que no ha escrito un par de  buenos libros, sino muchísimos. Y también teatro.

Cierto, somos amigos. Desde muy jóvenes. Estuvimos en la juventud del partido comunista de entonces. Estuvimos entre los discípulos que bajo la forma de asistentes tuvo Raúl Porras y que hacíamos fichas para el maestro, en la casa de  Colina. De lo primero nos salimos ambos, casi por las mismas razones, para pensar por cuenta propia. De la casa de Colina creo que no nos salimos nunca. Es decir, de la curiosidad por el libro, la escritura, el saber. Mario ha sido uno de los más gratos en recordar la huella de Porras en su vida. En decir cuánto contó en su vida las prácticas del oficio de escribir que aprendimos en esa casona. Saber hacer fichas, el arte de comentar un texto o de desarrollar una idea en un ensayo. Y que pensar y redactar son la misma actividad intelectual.

¿Cómo es Mario? Testigo de vida de tres episodios de su vida me autorizan a estas líneas. El joven Mario como dije en líneas anteriores. El Vargas Llosa que llega a Tahití el 2002 para un “ honoris causa” que nos hizo el servicio de aceptar, pues esa distinción no  le falta, porque iba también a procurarse información de primera mano sobre el Tahití de otrora. Escribía entonces su libro sobre Gauguin y Flora Tristán, El paraíso en la otra esquina. Y el tercer episodio es hace poco, en la Biblioteca Nacional, cuando yo era director. Mario, bueno es saberlo, prepara con una intensidad enorme el material previo de cada uno de sus libros, para luego volar en la creación que siempre se remite de alguna manera a la realidad. No es un realista-mágico como lo es García Márquez. Lo suyo es distinto. En Papeete, durante su estancia, lo vimos, o mejor, no lo vimos cada mañana en que residió en la isla, pues se despierta temprano y se sienta a trabajar. Y eso puede durar hasta pasada la una del día. Por las tardes recibe amigos, acaso lee. Las cenas son por la noche. No hay almuerzos con Mario. Chambea. En la Biblioteca fue igual. Me pidió alguna facilidad en su investigación. Le di entonces mi propia oficina para que no lo molestasen. Es una celebridad, lo iban a interrumpir, zalamerías. Le pedí a la más competente de las bibliotecarias, la que conoce dónde se halla cada papel y cada libro, Nancy Herrera, que le ayudara. El personal de la BNP se portó estupendamente. Le acarreaban cumplidamente los libros que Mario examinaba, a su manera, con velocidad pasmosa. Se asombraba el personal de su puntualidad, cada tarde, a las tres de la tarde en punto, a veces a medio afeitar,  sin tantas vainas, como un estudiante, con una bolsita de mano estilo deportista, ahí estaba.

 ¿Qué es Vargas Llosa? Miren, además del talento natural, que mostró desde sus primeros pasos (el personaje que escribe novelitas para los otros escolares en La ciudad y los Perros, el “poeta”, Alberto, sin duda es él mismo), hay algo más que requiere que se diga ahora. Para que lo sepan los jóvenes y, como se dice, las  nuevas generaciones. Mario es un trabajador empedernido. Un obrero de la literatura. Nada de bohemia en su vida literaria. Trabajo intenso. Seriedad. Escritor de anchas espaldas, acaso su modelo, me atrevo a decirlo, sea el norteamericano Ernest Hemingway. Amante como Mario de los viajes y de los reportajes. ¿ No ubica acaso su nueva novela, por salir, en un lugar difícil del Africa negra? Su escuela es, pues, también la de Flaubert, a quien dicho sea de paso ha dedicado un ensayo muy lúcido que en Francia se estudia. Para escribir Madame Bovary, el novelista francés rellenó miles de cuadernos de notas, de esos que usan los escolares. Y sobre base parecida, de tipo etnológica, psicológica, digamos, de ciencias humanas, el narrador Vargas Llosa coloca la intriga de la novela y sobre todo, sus recursos, desde el monólogo interior a la expresión en varios niveles de realidad, técnica en la que es un verdadero maestro. ¿ Saben los peruanos, que muchos novelistas europeos lo reconocen como el constructor de un nuevo paradigma de novela? Por  ejemplo, el escritor checo Milán Kundera, el autor de La insoportable levedad del ser. En suma, lección de profesionalidad y acérrimo culto por la libertad de la expresión. 

2 comentarios:

  1. Me encanta que actualicen todo lo referente a nuestro querido escritor Mario Vargas Llosa, orgullo del mumdo de habla hispána.

    Muchas gracias en nombre de todos los que lo admiramos.

    Con afecto,

    María del Carmen

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  2. Es toda una pequeña semblanza de como se forja le caracter literario de MVLL y tambien nos sigue mostrando q diplomatico y docente como Raul Porras Barnechea (salvo contadas excepciones)quedan poquisimos en el Peru(se nos fue Luis jaime Cisneros)personas como el Dr Porras que formo a un puñado de lucidos intelectuales deberiamos tener mas a menudo en nuestras vidas sociales y academicas

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