martes, 26 de octubre de 2010


Elogio a un demócrata

VARGAS LLOSA: LIBERAL, NOVELISTA Y DEMÓCRATA
Por: Enrique Bernales Jurista
Sábado 9 de Octubre del 2010

El Perú es un país de escasos consensos. Conseguirlos requiere paciencia y espíritu racional. Nos son más afines las emociones, los apasionamientos, y las pullas que dejan de lado sanas confrontaciones ideológicas. Podría decirse que nos falta esa madurez que evita la agresividad social y la intolerancia. Sin embargo, también somos un país que se alegra en las grandes victorias internacionales que, pocas por ahora, son y sirven para mejorar la autoestima nacional.

Se preguntará el lector el porqué de este proemio. Su intención no es otra que la proposición de un ánimo colectivo bien dispuesto para celebrar como es debido el otorgamiento a Mario Vargas Llosa del Premio Nobel de Literatura de este año 2010. Su trayectoria personal y la excelencia de su obra literaria hace tiempo que lo hacían acreedor a este premio de tanta resonancia internacional. Presumo que esta vez ni los más mezquinos ni los más ácidos de sus detractores podrían dejar de reconocer el valor de este peruano universal, cuya trayectoria e inteligencia, así como su honradez intelectual y ética gozan de un amplio reconocimiento en todo el mundo.

Vargas Llosa ganó el Nobel por su exquisita literatura, pero merece además el reconocimiento de los peruanos y de la comunidad internacional por su compromiso con la libertad, la democracia y por esa síntesis magnífica entre su vida y su obra. En este reconocimiento nadie debe ser ausente; desde todas las doctrinas, ideologías y posiciones, el homenaje debiera ser el consenso para considerar a Vargas Llosa como un intelectual cabal y un forjador del pensamiento político moderno en el Perú de fines del siglo XX. Con su obra no solo creció la novela, el drama, la crítica o el ensayo, sino también el mundo de las ideas. El de este escritor es el de un liberalismo que bebe de la fuente racionalista que filosófica y políticamente dan origen a ese pensamiento y que en su caso se ha expresado como el discurso de la consecuencia. De allí su defensa de la democracia; su compromiso incansable e intransigente con las libertades, los derechos humanos y el respeto a la rica diversidad de pareceres.

Pero ese liberalismo con el que siempre se debe dialogar, no fue bien comprendido por la izquierda, especialmente la peruana. Debo mencionar, por elemental deber ético, el error trágico de la Izquierda Unida (de la que formé parte), cuando en el 90 prefirió a Fujimori antes que a un personaje intelectualmente honesto como Vargas Llosa. Uno de los costos de esa equivocada decisión, fue el que el país cayó en un abyecto régimen de prepotencia y corrupción. Pero la derrota electoral no amenguó el espíritu liberal del escritor ni su talante democrático ni su fe en el pensamiento y la ficción.

Vargas Llosa, lejano del poder y de sus meandros, nos siguió obsequiando su pluma: un ensayo sobre Víctor Hugo, una novela sobre Flora Tristán, la novela histórica sobre el más ‘farsesco’ tirano centroamericano (Trujillo), entre otras lumbres que enriquecieron su obra y que ya son patrimonio de la literatura universal. Honor a este escritor, que siendo universal, extiende la gloria al país que lo vio nacer: el peruano Vargas Llosa.

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