ABC de España
Mario Vargas Llosa recibirá hoy en Sevilla el premio periodístico taurino Manuel Ramírez, que concede ABC
Día 17 de junio de 2010
De ella aprendió que una gran novela debe construir un universo complejo, diverso y rico, pero que «nunca sea una fotografía del mundo tal y como es, sino una en la que la personalidad del autor ha introducido cambios». La devoción de Vargas Llosa por esta obra del siglo XV no hizo sino crecer con el paso de los años, convirtiéndolo en un denodado defensor y estudioso de la misma. Así se explica la presencia del autor de «La guerra del fin del mundo» en el acto celebrado ayer en el monasterio de San Miguel de los Reyes de Valencia para presentar el portal digital sobre el autor medieval puesto en marcha la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantesy la Valenciana.
El escritor peruano recibe a ABC momentos antes de que el poeta Carlos Marzal introduzca su conferencia magistral. Horas después, interrumpía educadamente el almuerzo que compartía con los organizadores del evento para retirarse a animar a la Selección Española en su frustrado estreno en el Mundial de Fútbol.
—¿Exageraba Cervantes al afirmar por boca de Don Quijote que el «Tirant» es el mejor libro del mundo?
—No exageraba demasiado, porque es una de las novelas más entretenidas que se han escrito. Ha sido uno de los libros que más me ha hecho gozar y más cosas me ha enseñado sobre mi propia vocación. Lo he leído varias veces y cada vez he descubierto en ella más complejidad, ambición y destreza narrativa. Es extraordinariamente ambiciosa, costumbrista, romántica, erotica, militar, de humor... es muchas cosas a la vez, con lo que sienta una de las bases de la novela europea, la novela total.
—Suele afirmar que la huella del «Tirant» se puede rastrear en su propia producción literaria.
—Me enseñó características que yo quería para mí como novelista. Aunque sea de forma intuitiva, Martorell denota en ella un rico conocimiento de la técnica novelesca, de la necesidad de reconstruir el mundo con palabras, lo que implica introducir métodos y sistemas para que ese mundo sea creíble y llegue al lector no sólo a través de su razón, sino también de sus instintos y emociones. Además, la personalidad del autor ha dejado en ella una marca muy fuerte.
—¿Qué sabemos de la vida y el carácter de Joanot Martorell?
—Muy poco, pero sí que dedicó gran parte de su vida a desafiar a otros. No sabemos si alguna de esas bravatas se tradujo en combates, pero está claro que sentía pasión por toda esa literatura que generaba el duelo en la Edad Media. Estaba fascinado por los ritos, por la vida como teatro. Todo esto trasladado a la novela resultaría aburrido si no fuera por el humor y la ironía que le da vitalidad a todo ese mundo tan formalista del «Tirant lo Blanc», y que por otra parte es un signo de notable modernidad.
—¿Convendría que fuera de lectura obligada, como «Don Quijote»?
—Hay que leerla porque es una novela enormemente divertida. Es verdad que su lectura entraña cierta dificultad intelectual porque está escrita en la lengua del siglo XV, pero una persona medianamente culta puede leerla y la recompensa que recibe es enorme. Además, se aprende mucho sobre la novela, sobre la época, sobre la personalidad y la psicología humana (que se revela a través de los sueños del protagonista y es una de las cosas más originales del libro). Estimula nuestra sensibilidad, nuestra imaginación y nuestros apetitos y deseos.
—Ante la celebración del Día del Español este sábado, aflora de nuevo la preocupación por el modo en que puede afectar a la lengua la eclosión de las nuevas tecnologías.
—No hay que verlas con hostilidad o temor, simplemente hay que utilizarlas en la buena dirección e impedir que la frivolidad destruya lo que nuestra lengua ha ganado a lo largo de lo siglos. Las nuevas tecnologías audiovisuales pueden ser un instrumento extraordinario para propagar y enriquecer el idioma. Depende enteramente de nosotros que sirvan para banalizar, superficializar y encanallar la cultura o al contrario, para extenderla y sutilizarla. Depende de la promoción y la política cultural y educativa que se lleve a cabo.
—¿En qué sentido hablamos del valor económico del español?
—La comunidad de hispanohablantes está formada por cientos de millones de personas, y eso tiene un claro valor económico, porque puede constituir mercados, establecer industrias y ayudar a establecer colaboraciones comerciales, financieras e industriales entre los países de habla hispana que beneficie a todos por igual. Hay un valor económico de los lenguajes que hay que aprovechar, y que en el caso del español encima es transatlántico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario