viernes, 17 de diciembre de 2010


La felicidad en esta esquina

El Comercio

Por: Mariella Balbi

Martes 14 de Diciembre del 2010

Dicen, los que saben, que la felicidad es intermitente, que no puede ser un estado continuo que nos habite permanentemente. Me parece que fue el propio Mario Vargas Llosa quien afirmó –antes del Premio Nobel– que si la felicidad fuera una experiencia constante, algo prácticamente imposible, uno tendría un rostro un poco bobalicón y en exceso beatífico. Parecería un tontón. Sin duda antes del merecido reconocimiento, MVLL era un extraordinario escritor y con varias distinciones en su haber. Suficientes como para sentirse satisfecho consigo mismo y tener la certeza se que consiguió lo que quería y que lo hizo bien. Cosa de la cual no todos –más bien son pocos– podemos jactarnos. Así las cosas, si antes del Nobel nuestro escribidor se podía haber neurotizado, con toda ‘justeza’, por una tenaz huelga de controladores aéreos, impidiéndole ello cumplir con un compromiso importante, luego de obtener semejante galardón el paro aéreo solo le produjo gracia. Gracia por la ironía de no llegar a un evento tan excepcional debido a una razón tan común como una mejora salarial.

MVLL ha dicho en innumerables ocasiones que para escribir y hacerlo con éxito se requiere de una enorme disciplina, bajando del carro a todos aquellos que creen que basta ser bohemio y tomarse unos tragos para producir arte. Nuestro Nobel de Literatura ha visto saltar por los aires sus férreos horarios y su inflexible agenda, pero se ‘vacila’ y lo tolera, tampoco podría ir contra semejante vendaval de meritorios elogios e inevitables periodistas curiosos. Un estado de real felicidad que naturalmente ha alcanzado a su esposa Patricia, quien por confesión de nuestro escritor “mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo”. Solo una persona redondamente feliz puede escribir un discurso tan hermoso como el que nos regaló MVLL ante la Academia Sueca, siendo el único que hasta hoy ha sido interrumpido por calurosos aplausos. Hizo llorar de felicidad a todos los que lo escucharon, cercanos y lejanos, reunió las palabras más bonitas del español, se despojó de su habitual racionalidad y nos mostró a un ser romántico, emocionado, nostálgico.

Las banderitas peruanas con que lo celebraron nuestros compatriotas en Estocolmo, la peruana ruptura de los estrictos protocolos le produjeron risa y complacencia. Y lo hizo alguien que describió con tanta pulcritud y de manera exacta la ‘huachafería’, un peruanismo que en realidad es universal. Como bien dijo MVLL, “después de esto los suecos dudarán de darle un premio a un latino”. Seguramente tendrá la misma sonrisa cuando sepa que nuestros congresistas le adjudicaron novelas de Ciro Alegría o de Manuel Ascencio Segura. Ni la peruana política hará que MVLL pierda la dicha que transmite, tampoco el asedio, los homenajes inevitables. Ni modo, porque a todos nosotros nos llena de un feliz orgullo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario