El Comercio
Por: Mariella Balbi
MVLL ha dicho en innumerables ocasiones que para escribir y hacerlo con éxito se requiere de una enorme disciplina, bajando del carro a todos aquellos que creen que basta ser bohemio y tomarse unos tragos para producir arte. Nuestro Nobel de Literatura ha visto saltar por los aires sus férreos horarios y su inflexible agenda, pero se ‘vacila’ y lo tolera, tampoco podría ir contra semejante vendaval de meritorios elogios e inevitables periodistas curiosos. Un estado de real felicidad que naturalmente ha alcanzado a su esposa Patricia, quien por confesión de nuestro escritor “mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo”. Solo una persona redondamente feliz puede escribir un discurso tan hermoso como el que nos regaló MVLL ante la Academia Sueca, siendo el único que hasta hoy ha sido interrumpido por calurosos aplausos. Hizo llorar de felicidad a todos los que lo escucharon, cercanos y lejanos, reunió las palabras más bonitas del español, se despojó de su habitual racionalidad y nos mostró a un ser romántico, emocionado, nostálgico.
Las banderitas peruanas con que lo celebraron nuestros compatriotas en Estocolmo, la peruana ruptura de los estrictos protocolos le produjeron risa y complacencia. Y lo hizo alguien que describió con tanta pulcritud y de manera exacta la ‘huachafería’, un peruanismo que en realidad es universal. Como bien dijo MVLL, “después de esto los suecos dudarán de darle un premio a un latino”. Seguramente tendrá la misma sonrisa cuando sepa que nuestros congresistas le adjudicaron novelas de Ciro Alegría o de Manuel Ascencio Segura. Ni la peruana política hará que MVLL pierda la dicha que transmite, tampoco el asedio, los homenajes inevitables. Ni modo, porque a todos nosotros nos llena de un feliz orgullo.
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