22 de marzo de 2012 Fuente Caretas
Límite de tierras, el dilema minero y el Fredemo en retrospectiva.
Entrevista
Ahora se discuten en el Congreso varios proyectos para limitar la propiedad de la tierra y evitar la concentración. ¿Qué opinaría actualmente desde su perspectiva liberal?
–Algunos países que son democracias muy avanzadas ponen una limitación a la propiedad de la tierra porque piensan que una gran desproporción en el tamaño de las propiedades es contradictoria con la idea de igualdad de oportunidades, que es un principio democrático.
Otros países también profundamente democráticos no ponen ningún tipo de limitación. Creo que el problema hay que estudiarlo con mucho cuidado. Mi primer instinto es que no debería haber otra limitación que la que imponga naturalmente la realidad política y económica. Creo que en un principio democrático general liberal ese debería ser el criterio.
Pero, bueno, hay factores que hay que tener en cuenta: el pasado, lo que ha significado el latifundio en la historia del Perú, que ha marcado profundamente el subconsciente peruano como una institución de explotación, de discriminación, de violencia social. Creo que hay que tener en cuenta todas esas consideraciones antes de estudiar rigurosamente, sin demagogia, esa problemática.
–Usted acaba de escribir sobre el desarrollo en Piura. ¿Qué piensa sobre las críticas a que esos proyectos de irrigación financiados por el Estado terminan beneficiando a los más grandes?
–Pero ahora hay una tecnología tan avanzada que los tamaños pasan a segunda importancia. Es la productividad lo que importa y depende de la tecnología. Una muy pequeña propiedad puede ser más productiva que una grande si es bien administrada.
–Como algunos cafetaleros orgánicos.
–O las granjas agrícolas para la exportación, que son la mejor prueba de que la organización puede dar lugar a una productividad extraordinaria.
–¿Qué piensa del dilema minero que tanto nos convulsiona?
–Que hoy en día también hay una tecnología que permite que la minería opere sin destruir el medio ambiente tomando todas las precauciones para que ese futuro se respete, y eso es lo que los gobiernos tienen derecho a exigir. Lo que no se puede aceptar de ninguna manera es acabar con la minería por un principio puramente político e ideológico en un país que tiene una vocación minera, que está dotado de recursos minerales extraordinarios, que puede ser una fuente de desarrollo y prosperidad fantástica. Lo que hay que sugerir es desde luego, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, que las empresas mineras actúen con responsabilidad y que haya una autoridad fuerte y firme para hacer respetar todos esos condicionamientos al medio ambiente. El Estado define las políticas, la legalidad, y un Estado democrático lo hace a través de escuchar los puntos de vista contrarios y a través de estudios rigurosamente científicos y tecnológicos. Eso hoy día se puede alcanzar, ocurre en los países más prósperos y es lo que debemos exigir en el Perú, pero no podemos declarar de antemano por una cuestión ideológica que el Perú renuncie a la minería. ¿El Perú va a renunciar a la prosperidad, a la creación de trabajo? A eso equivale.
–En el evento de hoy se recordó varias veces otro encuentro de hace 22 años en Lima que fue un episodio fundacional en su candidatura. ¿Tiene hoy la misma idea del Estado que tenía entonces?
–Con muchas enmiendas e innovaciones, aprovechando justamente la experiencia. Pero una cosa que me interesa muchísimo subrayar es que ese era un programa minuciosamente estudiado para aplicarlo en democracia. No era un programa para que lo aplicara una dictadura. El principio mismo de una dictadura era írrito a la naturaleza del programa, que era profundamente democrático y para el que nosotros queríamos un mandato electoral. Para mí el desarrollo económico no es concebible separado de una democracia, a través de un régimen autoritario. Eso lo desnaturaliza, lo corrompe. Los intentos muy mediatizados de liberación (económica) que se hicieron en la dictadura estuvieron estragados por la infinita corrupción que la acompañó.
–¿El proceso de privatizaciones, por ejemplo?
–Por ejemplo. Las privatizaciones eran un instrumento absolutamente fundamental en nuestro caso para infundir la propiedad, para que se extendiera por el país. Sirvieron para enriquecer a algunas cuantas personas y sobre todo para llenar las bolsas de Montesinos y Fujimori.
–En sus ficciones usted ha trazado personajes que demuestran hasta dónde pueden llegar los impulsos humanos sin ataduras. ¿No podría establecerse una relación con la desregulación que terminó en la crisis financiera?
–No creo que la desregulación conduzca a la barbarie. No se hacen para crear un estado salvaje donde reina el más fuerte. Se hacen para disminuir el red tape, para disminuir la burocratización, para abaratar el costo de la legalidad, pero todo eso siempre dentro de la legalidad, que no puede ser vulnerada. Hombre, hay reformas liberales que han resultado excesivas y a veces contraproducentes. Como cuando la señora Thatcher creó el tax a la propiedad habitacional. La idea era democratizar la propiedad y al final creó unas injusticias tremendas. El pueblo inglés reaccionó y el gobierno debió rectificar. A veces hay excesos en las reformas liberales. Para eso hay una opinión pública que se manifiesta en democracia y exige que las reformas se corrijan.
(Entrevista: Enrique Chávez)
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